Perú: la pandemia de la desinformación.

Mantener informada a la población ha significado un reto para el periodismo desde que se inició la pandemia, ya que las redes sociales son una fábrica de “fake news”.

La incertidumbre ha estado presente desde la llegada del paciente cero al Perú. Al tratarse de un nuevo virus, la información que se manejaba, en un primer momento, era poca y conforme pasaban los días se iba conociendo algo nuevo sobre este virus.
Al tener poca información, esta empezó a aparecer, pero a través de los canales incorrectos. Desde psicosociales vía WhatsApp hasta cadenas que prometían contar con la cura del coronavirus en Facebook.

Y de pronto digitar un like, retuitiar o darle a una compartida se volvió más fácil que leer el último reporte de las fuentes oficiales.
Ya sea por desacreditar al gobierno, por querer estar un paso más adelante o generar histeria en la población, estás falsas noticias no hacían más que multiplicarse a la par del avance del coronavirus.

Se hizo muy común en Perú la filtración de comunicados “oficiales” del gobierno, sobre medidas que se tomarían frente el virus. La gente se angustiaba y como reguero de pólvora se extendía a toda la ciudadanía y casi nadie se tomaba el trabajo de leer bien esos supuestos comunicados, ya que de ser así se hubieran dado cuenta que eran falsos.

Pero no solo la población cayó en está ansiedad de compartir noticias sin saber precisamente cuál era su origen. Son muchos los medios de comunicación que han caído en esta practica de compartir este tipo de noticias. Desde medios digitales hasta periódicos reconocidos.

Por otro lado, las noticias falsas sobre los medicamentos para tratar el coronavirus son extremadamente peligrosas porque impactan de forma directa en la salud, promoviendo la automedicación con grandes efectos colaterales a través de recetas “milagrosas” que se compartes por redes sociales.

En este proceso de informar las medidas preventivas ante el coronavirus y el avance del mismo, la propagación de las falsas noticias vía redes sociales nos ha perjudicado enormemente en nuestra labor.

Y como si no bastara perjudicar la salud física de las personas, este tipo de noticias perjudican también la salud emocional. Las personas se encuentran atravesando un confinamiento, tratando de vivir con el menor contacto con el exterior y las noticias que llegan con imágenes impactantes, titulares agresivos y preocupantes, no hacen más que afectar la salud metal.



Nos esforzamos día a día en informar las medidas de bioseguridad que debemos tener; y de pronto alguien postea que el coronavirus no existe, que es un invento del gobierno e instan a las personas a no usar mascarillas o que los termómetros electrónicos no harán más que dejarnos ciegos.

Desde mi posición, trato de tomarme el tiempo desmentir algunas publicaciones que andan dando vueltas. En los enlaces en vivo que realizo le recuerdo a las personas que se guíen de fuentes oficiales. Además, en el medio donde trabajo se empezó hace unos días una campaña de contra de la desinformación a través de un verificador de noticias. Y combatir de alguna manera las falsas noticias que nos llegan como lluvia

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