Desaparición de niño de 4 años movilizó a todo el Callao
Desaparición de niño de 4 años movilizó a todo el Callao
Las calles se tornaban cada vez más frías, la humedad calaba hasta mis huesos, una llovizna que no tenía intenciones de parar acompañaba a esa noche de viernes.Alrededor de las once de la noche una llamada cambiaría toda mi noche y no solo mía sino la de todo el Callao.
El menor de la familia Monteza Reaño había
desaparecido, según sus propias cámaras de seguridad, a las 7:50 p.m. La
angustia de la señora Reaño literalmente la paralizó y fue su hermano quien se
comunicó con la central de Prensa Chalaca.
Eran las 11:15 p.m. y había llegado a jr. Zarumilla
260 donde me esperaba una madre al borde de las lágrimas y con la cara
desencajada, que luego rompió en llanto al mostrarme la foto del pequeño Walter
Aymar Monteza Reaño de 4 años de edad. El pequeño Aymar, se encontraba jugando
en el lumbral de su casa con su hermano y primos, hasta que, en pleno juego,
Aymar se perdió en la oscuridad, los niños asustados sin encontrar a Aymar
avisaron a sus padres y luego de más de tres horas de búsqueda en comisarías y
hospitales, fue que llegaron a nosotros: Prensa Chalaca.
Recabamos información, hasta que le peguntamos si el
hecho ya había sido denunciado, con mucho pesar y el rostro lleno de lágrimas,
nos respondió que pasada la medianoche podía sentar la denuncia por
desaparición tanto en La Perla como en Bellavista, distritos que colindan con
la casa de la familia Monteza.
La situación de esta madre era desesperante al no
poder pedirle a la policía que busque al pequeño de 4 años ¿estará pasando
frió? ¿estará pasando hambre? ¿se encontrará bien? ¿estará vivo? Eran algunas
de las preguntas que se hacía la familia Monteza y también nosotros, no
obstante, había alguien que no perdía la esperanza y esa era la señora Jessica
Reaño, madre el niño desaparecido.
Mientras tanto, la mirada inocente de un niño se
acercaba a mis rodillas diciendo: “Señorita, ustedes lo van a encontrar ¿no?
Ustedes encontraran a mi hermano”.
De repente, el celular de la madre del pequeño suena,
llamada bendita que iluminaba su húmedo rostro. Era la comisaria de La Perla
que había aceptado recibir la denuncia, pero la madre seguía conmocionada. Sin
más tiempo que perder la miré a los ojos y le dije: “¡Señora vámonos, vámonos!
Yo la acompaño, pero ¡vámonos!”
Seguíamos transmitiendo en vivo, diciendo las
características del niño, la angustia hizo que de un parpadeo nos encontráramos
en la comisaria.
Mientras tanto seguidores de todas partes del Callao,
transmitían su angustia, muchos manifestaban que salieron con sus autos a
buscar al pequeño Aymar, otros atacaron todas las redes sociales compartiendo
la transición y foto del niño y hasta cadenas de oración hicieron. Lo cierto es
que, ya había pasado una hora desde que llegamos a la comisaria y saber sobre
el paradero de Aymar tenía a todos los chalacos en vilo.
El abrazo más cálido del mundo
La noche enfriaba nuestros cuerpos, sin embargo,
nuestros corazones en zozobra latían cálidos y nuestros ojos sin intención de
cerrarse hasta que apareciera Aymar. ¿Qué hace un niño tan pequeño a estas
horas en la calle? ¿Quién lo tendrá? ¡Qué lo devuelvan! Seguían comentando los
seguidores chalacos mientras compartían masivamente la transmisión.
De pronto a las 12:42 a.m. llego un mensaje que decía:
“¡aquí esta! ¡aquí está el pequeño perdido! Una señora que vende huesito lo
encontró”. Corrí hasta la oficina de la comisaria. “Necesito que vengan
conmigo, le dije al oficial, parece que el niño apareció, un seguidor nos
alertó”.
Llegamos más rápido de lo que cae una gota de lluvia a
la tierra y en medio de laberintos oscuros titilaba una luz amarilla, que pronto
se mezclaría con las luces azules de las camionetas policiales; esa luz
alumbraba la faena de una señora que vendía comida al paso: “Le daré al niño
solo a la madre decía”. Las manos tocaban cabezas, las uñas amenazaban con
desaparecer de los nervios y la espera a la llegada de la madre parecía eterna.
Y llegó, le mostró la foto y la vendedora asintió y
dijo que él niño de la foto era el niño que encontró, que lo vio perdido y le
dio de comer. Envuelto en frazadas salió el pequeño Aymar, la cara de la madre
quedó grabada en mi retina, sus ojos se abrieron al mismo tiempo que se
inundaban de lágrimas y en ahí, en Jr. Almirante Miguel Grau, en medio del
indiferente frío yacía el abrazo más cálido del mundo.
Eran las 2:10 a.m. ni la avanzada hora, ni el sueño,
ni el inclemente frío nos importaba, ya que, si no le importaba a una madre
desesperada, menos a nosotros. Todo esfuerzo valió la pena para ver al pequeño
Aymar de 4 añitos volver sano y salvo a los brazos de su mamá.
Siempre recordaré a Aymar, por haber tenido la suerte
que no tuvieron otros, siempre recordaré ese momento en que los chalacos se
unieron e hicieron cosas grandes.
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